El peso del salvavidas: cuando la buena voluntad no alcanza

Hay momentos en la historia política de un país en los que la voluntad yla convicción no bastan. No porque carezcan de fuerza o de nobleza, sino porque el entorno —las estructuras, los intereses, las inercias— terminan actuando como un “salvavidas de plomo”. La imagen es cruel, pero exacta: todo parece diseñado para sostener, para hacer el cambio de verdad, pero en realidad termina hundiendo más rápido.

El Presidente ha demostrado, con hechos y gestos, que no le teme al cambio. Ha enfrentado sin rodeos los privilegios enquistados del poder, los sindicatos corporativos, los lobbies económicos y una oposición que muchas veces se define más por su resistencia que por su propuesta, y de visión de un país en crecimiento de una buena vez en la historia argentina. Su impulso reformista es indudable, y su convicción personal también.


Sin embargo, buena voluntad y determinación no son sinónimos de eficacia.Gobernar no es solo tener razón: es lograr que los demás la acompañen, generar consensos, incluso aquellos que se benefician del statu quo.

No todos los apoyos ayudan.
Algunos pesan más de lo que sostienen.

Un país que flota entre la esperanza y elescepticismo

La sociedad argentina es experta en esperanzas rotas. Ha visto pasar gobiernos que prometían refundar el país (y lo re fundieron) y terminaron administrando el mismo desencanto. Hoy, frente a un Presidente que no proviene del sistema tradicional, un outsider, muchos vuelven a ilusionarse.Otros, observan con cinismo. Pero en ambos casos, el termómetro es el mismo: la paciencia social se agota rápido, y la confianza cuesta el doble. Lo demostraron las últimas elecciones de la Provincia de Buenos Aires, donde el oficialismo bonaerense de la mano del Gobernador kirchnerista (hoy, tratando dedespegarse de ese mote) gano por una diferencia de aproximadamente 14 puntos porcentuales.

El Gobierno intenta sostener un rumbo de ajuste y equilibrio fiscal, convencido de que el sinceramiento es el único camino posible. Y tiene razón enalgo: el país no soportaba más parches o como se dice “una manta corta”. Peroel costo político de esa sinceridad es alto, y los aliados y otras figuras relevantes en el escenario que parecían estar para ayudar muchas veces se convierten en un lastre.

Los salvavidas de plomo

Los “salvavidas de plomo” aparecen disfrazados de soluciones. A veces son funcionarios que no entienden el momento histórico y reproducen viejaslógicas (y mañas). Otras, son pactos legislativos que prometen estabilidad y terminan en desgaste. También están las internas (que las tiene y son feroces),los gestos descoordinados, los anuncios sin timing, las filtraciones innecesarias. Cada uno, un pequeño plomo más atado al bote. Los tres porciento, los Spagnuolos de la vida, los Machados y viajes en avión, los recortes casi caprichosos de la universidades y del Garraham, las criptos $Libra, las empresas del clan Menem, entre otros tantos.

No hay gobierno que avance sin errores, pero en la política argentina el error no se corrige: se multiplica y se esparce rápidamente por toda la administración como el fuego. Cada paso en falso se convierte en munición para quienes no buscan mejorar la gestión, sino destruirla. Hoy el kirchnerismo hace uso y abuso del escándalo con el diputado nacional/candidato por la Provincia de Buenos Aires, José Luis Espert. Así, incluso los aciertos quedan opacados por la polémica de turno, y el Presidente se encuentra remando en un lago donde el agua pesa más que el aire, como se dice en Argentina, “remar en dulce de leche”.

De la otra vereda, aparece la dirigencia política que apoyo desde el minuto cero al candidato presidencial Milei en el ballotage como lo fue el expresidente Mauricio Macri, que pasado un tiempo fue destratado incluso por el mismo, ya presidente Milei; aun teniendo el apoyo del Bloque del Pro comandado por el diputado nacional Cristian Ritondo en la aprobación de la Ley Bases, milestone de la Administración Milei. Y que viene demostrando su apoyo al presidente, aun a costa de ser objeto de críticas dentro del mismo bloque de diputados“amarillos” (por alusión a los colores del partido PRO)

Un liderazgo condicionado por lo que lo rodea

El problema no es solo de conducción, sino de entorno. La falta de cuadros técnicos formados, el choque permanente con la burocracia estatal, y una comunicación que alterna entre la honestidad brutal y el exceso de reacción, generan un cóctel difícil de administrar. El resultado: un gobierno con dirección clara, pero sin viento a favor.

Sin embargo, sería injusto reducirlo todo a una cuestión de estilo. Lo que el Presidente enfrenta es más profundo: un sistema político acostumbrado a resistir cualquier intento de cambio real. Ya había pasado en la Administración Macri que tuvo que enfrentar numeroso obstáculos por parte de una dirigencia política anquilosada con el status quo. En ese contexto, la figura del presidente Milei se convierte en símbolo y blanco al mismo tiempo.


La responsabilidad es compartida

Gobernar con el agua al cuello,
mientras todos gritan desde la orilla cómo remar.

Si algo le sobra a la Argentina son críticos, pero lo que le falta son colaboradores honestos. La oposición, fragmentada y en búsqueda de identidad, prefiere ver cómo se hunde el bote antes que ayudar a mantenerlo a flote. Los gobernadores especulan. Los sectores corporativos amenazan con cada reforma. Y una parte del propio electorado, agotada por la inflación y el ajuste, empieza a mirar con desconfianza al mismo capitán al que le pidió que salvara el barco.

Gobernar, en este país, es hacerlo con el agua hasta el cuello y una multitud en la costa gritando cómo remar. Por eso, más que buscar culpables, es momento de preguntarse si como sociedad tenemos la madurez suficiente para acompañar un proceso de cambio sin sabotearlo a cada paso, algo que nos caracterizamos a lo largo de la historia argentina, casi como que se encuentra en nuestro código genético.

Epílogo: flotar no es rendirse

Flotar no es rendirse: es seguir con rumbo,
aun cuando el agua pese más que el aire.

Quizás la metáfora del salvavidas de plomo sirva para algo más que describir la carga del gobierno: también puede ser una advertencia. Porque ningún país se hunde por una sola persona. Se hunde cuando todos, por ego o por miedo, o por intereses, prefieren el naufragio antes que mantener juntos el rumbo.

El desafío del Presidente no será encontrar más salvavidas, sino aligerar el peso de los que ya tiene. Quizás sea momento de desprenderse de algunos funcionarios (para fraseando a la ex presidente Cristina Fernandez)“que no funcionan”. Transformar el metal en impulso, el ruido en dirección, y la voluntad en resultados. Aligerar el peso significaría que confíe en los políticos que le demostraron apoyo casi incondicional como los diputados Ritondo, Santilli, Finocchiaro o Giudici, u otros como el expresidente Macri, el intendente de General Pueyrredón, Montenegro o Rodrigo De Loredo o el mismísimo gobernador de Entre Ríos, Rogelio Frigerio.

Porque en definitiva, los barcos no se hunden por el agua que los rodea, sino por la que dejamos entrar.

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